FIN DE TRAYECTO
La
megafonía del tren de alta velocidad informaba de la audición de una pieza de
música clásica mientras por la ventanilla del asiento 5D el paisaje empañado presagiaba
lluvia. Tan solo quedaba algo más de cincuenta minutos para llegar a Madrid. La
pasajera del asiento 4C llevaba puestos los auriculares conectados a su
teléfono móvil y de vez en cuando deleitaba al pasaje con un gorgorito aproximado
a lo pudiese ser la entonación de la canción que escuchaba. El pasillo me
separaba de un pasajero que mantuvo varias conversaciones telefónicas poco
discretas y acto seguido se puso la alianza, eso hizo que mi imaginación tomase
la autopista del relato. No tengo solución.
Es
curioso ver a todos los inquilinos del vagón con el móvil en la mano. Yo tenía en mi regazo un libro, me sentí algo
extraño, como cuando entro en una librería y solo compro uno. Bueno, y quien
soy yo para criticar a nadie, quizás una especie en extinción o un enamorado de
las letras que se cree con derecho a juzgar y divagar sobre las nuevas
tecnologías. No, no es mi intención.
Puerta
de Atocha, fin del trayecto.
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