CUENTAN, QUE NO DICEN
Cuentan, que no dicen,
que había una mochila
de palabras
sobre el hombro de un
cuerpo desnudo,
que junto a la
autopista canosa de su frente
se encontró el peaje de
sonrisas ajenas.
Cuentan, que no dicen,
que el poeta tumbado
sobre guijarros
dibujaba el andar
cansado de las gaviotas,
que sus versos tejieron
cunas ajenas
unidas al musgo que
sentenció su muerte.
Cuentan, que no dicen,
que los olivos se
enlutaron en semáforos sin color
al paso de su lápiz
roto,
que la muerte le
recibió discreta
testigo mudo en la
arteria de su espuma.
Desde entonces, me
basta tener
un paraguas roto para
saborear la lluvia
que cae sobre mi taza
solitaria,
aquella que perdió su
cucharilla y
hace nidos al amparo de
la escritura
tomando de tus labios
versos que murieron sin voz.
Vivo mis recuerdos en
prensa sin letras,
mi silencio con
termómetro sin mercurio
en gota de agua de la
fuente de Castalia
mientras mi entorno se
quema en lámpara de sándalo.
Siempre seré ese paraguas
roto
que dejó paso a la gota
de tus versos
y al mezclarse con tu
pelo tomó aliento
surgiendo sin permiso
en tu rostro.
Cuentan, que no dicen…
que te quise poeta.
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