Abrazada al cuello de un
torso desnudo te balanceabas al ritmo de una música que solo tú y yo
escuchábamos, fue en ese instante cuando nuestras miradas se cruzaron, me
observaste con ojos inquisidores al tiempo que tu sonrisa me indicaba tu íntima
intención. Te compré.
Estos recuerdos me vienen a
la memoria cuando hoy, precisamente hoy, hemos tenido nuestra primera discusión
.Te empeñaste en acompañarme a la playa y sabes
que no es el lugar más
recomendable para pasear juntos, pero eres terca como una mula y accedí a tu
deseo esperando no encontrarme con conocidos que lo más probable es que, entre
sorprendidos y divertidos, girasen la cabeza al verme en tu compañía. Estabas
preciosa, no lo discuto, tu esbelta figura siempre me transforma, me hace
sentir alguien importante en este mundo
de locos y presumir de tu compañía fue siempre un deseo que soñaba en silencio.
Pero todos nos miraban y sabes que llamar la atención es algo que detesto,
pasar desapercibido es mi deseo dorado y tú con tu cabezonería lo echaste todo
a perder. Paseaba por la orilla mientras tus brazos se enlazaban a mi cuello,
mi bañador último modelo de la temporada pasaba desapercibido ante tu belleza.
Varias personas se giraron al vernos juntos, incluso oí comentarios que te describían como inapropiada.
Fuiste mi compañera en BBC,
bodas, bautizos y comuniones, eventos en los que siempre destacabas por tu
elegancia, saber estar y discreción. Con tu mirada lánguida acaparabas las
sonrisas de quienes te contemplaban con admiración. Siempre discreta y
atractiva, soñada y deseada. Eras una bandolera serrana entre jaras y tomillo,
poseedora del encanto de quien hace de la soledad el deseo de tu posesión. Todo
esto fuiste y ahora ya no eres nada.
Humillado te metí en el
microondas para ver cómo te consumías y desaparecías ante mi presencia, yo, que
tanto te quise y te deseé, yo, tu dueño y señor, tu amante de horas incompletas
en tálamo confuso, acabé con tu vida entre sollozos ante tu agonía.
Descansa en paz mi querida corbata, mi señora
de abrazos sobre mi pecho.
Y luego dicen que el loco
soy yo.