SOBRE MI


Soy una interrogación…
aprendí a caminar
con el aliento de mostrarme
con mi propia transparencia…

Sigo aquí…
tal y como me ves,
sin disfraces,
sin mascaras ocultas…

DEDICATORIA

A los versos incompletos de los poetas durmientes

A los durmientes poseedores de sueños

A los sueños de necesitadas ilusiones

A los ilusionistas en vuelo de mariposas

A las mariposas que envuelven nuestra vida

A la gloriosa vida del mudo artesanal

A los artistas desheredados del poema glorioso

A la gloria de los escritos incombustibles

A la presencia del poeta

Al poeta dormido

A ti.

domingo, 11 de septiembre de 2016

RECUERDOS DE UN DÍA DE VERANO


No eran las luces del día las que abrazaban su corazón, ni la necesidad de gritar con todas sus fuerzas las que hacían de su vida un camino intransitable. Ya no sentía, no vivía, solo dudaba de la existencia de un futuro que abriese sus brazos a tanta soledad. Más allá de las cumbres que con silencio se encanaban en su cabeza, más allá del retiro hacia la poco aconsejable sensación de morir, más allá de todo ello. Estaba viva. Sin desearlo, sin implorarle. Viva.
La soledad, la que muchos ensalzaban como terreno de libertad y augurio del disfrute humano no era más que la condena de quien sin llegar a precipitarse en el abismo de la locura deseaba la compañía, su compañía.
Hacía años que nada era igual. La metamorfosis se hizo evidente en el mismo día de su desaparición conservando el dolor dentro de un corazón que latía por propio impulso y necesidad de riego en su cuerpo, por nada más. Y sin embargo no era capaz de soportar su latido. Latido que le recordaba que ella estaba viva sobre un mundo en el que los recuerdos formaban la ecuación de un futuro sin él.
Las cinco de la tarde de un día cualquiera de un mes de verano y la playa era para sus ojos la presencia de un desierto lleno de almas en las que las risas mantenían el ambiente veraniego en todo su apogeo. Niños que corrían y saltaban sobre las olas con sus flotadores, risas por doquier mientras su corazón lloraba.
Las cremas de protección solar surcaban los cuerpos de un ambiente festivo mientras ella buscaba su propia protección a un dolor que no desaparecía, a la soledad impuesta por la pérdida. A la soledad de un corazón que seguía latiendo y buscaba su mirada en el horizonte entre cuerpos que paseaban por la orilla.