SOBRE MI


Soy una interrogación…
aprendí a caminar
con el aliento de mostrarme
con mi propia transparencia…

Sigo aquí…
tal y como me ves,
sin disfraces,
sin mascaras ocultas…

DEDICATORIA

A los versos incompletos de los poetas durmientes

A los durmientes poseedores de sueños

A los sueños de necesitadas ilusiones

A los ilusionistas en vuelo de mariposas

A las mariposas que envuelven nuestra vida

A la gloriosa vida del mudo artesanal

A los artistas desheredados del poema glorioso

A la gloria de los escritos incombustibles

A la presencia del poeta

Al poeta dormido

A ti.

sábado, 23 de agosto de 2014

SESENTA MINUTOS

SESENTA MINUTOS

Hizo el viento de sus susurros espuma en olas que revolotean a mis pies, sol fluorescente sobre el frio mar, serpentinas de color sobre rostros playeros que se confunden con las lágrimas de mis recuerdos.
Sentada sobre arena caliente desfilan vidas ajenas que sobre ella dejan las huellas que las olas acunan y borran. Junto a una toalla amarilla juega un niño con palas invisibles bajo la atenta mirada de su madre.
Una pareja se da la mano protegida por la sombra de su amor, con las toallas sobre sus hombros se besan. Dos cañas de pescar esperan sus trofeos, solitarias, ancladas en la arena de pasos marcados.
Unos niños se asoman al precipicio marino y descalzos corren, el agua está fría como el mes de noviembre. Los desagües de la civilización estropean el paisaje, setas de cemento sobre arena húmeda. Un vendedor sin prisa observa al niño sobre su toalla amarilla, ambos sonríen. Una frente se protege del sol con la mano izquierda, quizás no deje ver con claridad el futuro, deslumbrante o incierto de quien hace este gesto. Del aparcamiento surge una pareja, se dan también la mano para comenzar su paseo matinal.
El mar, su brisa, su sonido, nos envuelven a todos, acaricia rostros desconocidos y salpica cuerpos festivos.
Un perro corretea junto a sus dueños, feliz por su libertad, sin correa, sin frustración. Se inmortalizan recuerdos en cámaras fotográficas mientras un bebé en brazos de su madre encoge las piernas, el agua sigue estando fría. Unos se van y otros vienen a una playa solitaria que recibe visitas como solo unos brazos abiertos pueden hacer.
Miradas ausentes vigilan el horizonte.


Todo esto ha ocurrido en una hora de vida, en sesenta minutos de quien observa sentada en una mesa con la compañía de la ausencia. Tu ausencia.

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